sábado, 15 de noviembre de 2008

La Iluminación Masónica como fuente de Inspiración para momentos difíciles

Por: Fidel Llinás Zurita A.·. M.·.
Resp.·. Logia Lealtad No. 7

«Por muy oscura y larga que sea la noche algún día amanece»
Proverbio chino.
A MODO DE INTRODUCCIÓN
En calidad de Aprendiz según el Rito Escocés Antiguo y Aceptado tengo la pasión intelectual de escribir mi primer trabajo y que no será el último, porque vendrán muchos más… En nombre del Gran Arquitecto del Universo, el tema a trabajar es la iluminación que ha sido siempre una reflexión perenne en todo el ámbito de mi devenir personal y estas son las razones:

La primera, la iluminación a modo de fuerza simbólica a través de los diversos saberes, la antropología, la religión, la filosofía y otros conocimientos; la segunda, la iluminación como motivo y objeto de estudio a partir del momento en que me inicie en esta Benemérita Logia; la tercera y novísima, la iluminación a manera de lo que significa para un Masón comprometido cuando se le viene la oscuridad, ya sea en la Orden o fuera de ella. Espero con este breve ensayo sobre la iluminación contribuir a la grandeza histórico-filosófica de esta gran Orden Masónica.
I
La iluminación en los diversos saberes. La iluminación en la antropología cultural siempre ha significado para el ser humano un símbolo vital hasta llegar a la trascendencia. Éste creó el fuego como defensa, como algo material hasta llegar a lo más sublime, la luz en su visión espiritual. La luz material, se dio gracias al mecanismo de la defensa de la vida y de la supervivencia contra el medio hostil que le circundaba con los animales salvajes, además como medio para ampararse del frío natural en que vivía y no olvidar el aspecto del cocido en su nueva dieta alimenticia llena en proteínas, para el ascenso de la humanización; este paso decisivo del ser humano hasta alcanzar lo espiritual a través de la inspiración estética, en donde dio luz a las cavernas en la diversidad de dibujos que representaban su diario vivir, muestra de ello las pinturas de Altamira; pero no habría que olvidar que en todas ellas existió algo común al compartir en el doble sentido: la familia y la comunidad.

La iluminación en el plano filosófico primó en el carácter trascendental, uno de los primeros en hacer esa reflexión fue Heráclito de Efeso quien a través del fuego vio el origen y final de todas las cosas creadas en la transformación, el cambio, el contraste y la armonía; pero el gran sistemático fue Platón, quien con su «Alegoría de la Caverna»[1] explicó cómo tenia que salir el ser humano de la caverna, la esclavitud, la oscuridad hasta llegar a la luz, fuente de toda verdad y virtud, además de las implicaciones que conllevaba ésta, cuando se les hablaban a esos obstinados esclavos que amaban las cadenas de la ignorancia y de la muerte.

La filosofía y la religión hacen una simbiosis, en donde la iluminación toma un matiz interesante: la luz es lo espiritual, la oscuridad el mal, lo corporal. Pero cabe agregar la nueva visión religiosa sobre la iluminación que se inició con las fiestas profanas o paganas de las famosas saturnales y francachelas, carnavales símbolos del festín y el desenfreno; el cristianismo se apropió de esa «luz impura» para dignificarla a través de la pureza y de la blancura, las cuales se reflejan en las fiestas sagradas, tales como: la Concepción de Marìa y la Presentación de Jesús ante el templo y otras, para no mencionar.

Quien heredó esta tradición de la iluminación desde la perspectiva helénico – romana fue el cristiano africano de Agustín de Hipona, pero dándole un enfoque a partir de la verdad eterna que se puede alcanzar a partir de la memoria, el conocimiento y de la distinción de los datos sensoriales. Hasta tal punto que descubrió la verdad de la iluminación de Dios desde la interioridad: «Oh verdad eterna tarde te encontré tarde te hallé te andaba buscando fuera de mi y tu estabas dentro de mi»[2]. El escolástico más representativo que tuvo la edad media fue Tomás de Aquino quien percibió la iluminación de la siguiente manera: «Oh creador inefable fuente de luz líbrame de las dobles tinieblas en que he nacido, es decir la ignorancia y el pecado»[3]. Para salir de estas tinieblas el aquinate afirmaba que había que seguir el estudio riguroso e investigativo y las buenas virtudes para alcanzar la felicidad.

La preocupación por la iluminación que era objeto de estudio sólo en el plano espiritual dio paso a la visión científica gracias a las relecturas de Platón neoplatónicos, árabes, que introdujeron el concepto de las matemáticas y de infinitud. Esta nueva visión influyó en los cristianos católicos, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y el protestante Johanes Kepler quienes adoptaron la teoría científica del heliocentrismo al afirmar que: «el Sol es el centro del universo» y referente central, mas no la Tierra y por defender este «chispazo divino» casi les cuesta sus vidas a estos dos científicos en la hoguera por parte de la «Santa Inquisición».

La iluminación tiene su apogeo en el mundo seglar llamado por los historiadores «El Siglo de las Luces, o Iluminismo» en donde se pregonaron tres pilares de la humanidad que aún tiene fuerza entre nosotros: «libertad, igualdad y fraternidad»; estas columnas que nacieron en el seno de nuestra Orden Masónica, ocupa lugar privilegiado, porque nuestros hermanos predecesores tanto en Europa (Juan Jacobo Rousseau, François-Marie Arouet conocido como Voltaire y otros) como en América (George Washington, Simón Bolívar, José Martì y otros) pregonaron el espíritu emancipatorio y le dieron una visión más justa y humanista. Todos estos pasajes mencionados en la iluminación a través del prisma filosófico fueron las motivaciones para escoger este grandioso tema que tiene vigencia, por el momento significativo en que estoy viviendo.
II
El lapso de la iniciación en la Orden Masónica marcó en mi vida dos períodos paradigmáticos: el profano y el ninc et nunc (el aquí y el ahora); éste último estadio de mi vida es la razón suficiente para compartir con los hermanos este Taller; en este ahora recuerdo tres instancias que me invitan a presentar este trabajo:

Un primer momento, cuando fui preparado y llevado por un hermano a la Cám.·. de Refle.·., en ese instante me sentí nada y ante la oscuridad, obviamente, temor; pero sólo me acompañó esa luz tenue que me proporcionaba la oportunidad para pensar mi vida a partir de esas cuatro preguntas que derrumbó el paradigma profano en donde me encontraba: «¿Qué deberes tiene el hombre para con Dios? ¿Qué deberes tiene el hombre con sus semejantes? ¿Qué deberes el hombre para consigo mismo? ¿Qué memoria desearía usted dejar de su paso por la tierra?» Estos interrogantes fueron respondidos gracias a esa pequeña luz débil y que, analógicamente simbolizaba ese faro que proyectaba a mis ojos, la luz que me guiaría a escribir y a contestar las preguntas - problemas; y, de paso me llevaría a llenarme de valor por esta «aventura» de atreverme a pensar con cabeza propia sobre el destino de mi vida.

El segundo santiamén fueron las llamas que sentí en el tercer viaje que me alegró el corazón porque encontraba respuesta al decadente humanismo que se vive hoy en día: amar al prójimo. Y con este imperativo categórico sea la consigna que deba arder constantemente en nuestro pecho. Y para esto hay que encontrarse con los llamado de los preceptos de la moral universal: «No hagas con otro lo que no quieras que te hagan a ti»; y la concreción y opción por el otro cuando se afirma: «Procede con los demás como desearías que procedieran contigo».

Asimismo, el significado de las llamas me hizo recordar el pasaje del texto de la alegoría de Platón cuando el filósofo, o en el caso concreto el Masón debe ir en defensa por la verdad y la justicia; de ahí encuentro, a mi modo de percibir el papel profético de la Masonería en darse al sacrificio por estos valores que son violentados cotidianamente en el medio profano.

El último lapso que marcó mi vida fue cuando se dio la Reanudación de los Trabajos; el Venerable Maestro con la aprobación y el consentimiento de todos los hermanos, quienes nos dieron la luz, para salir de la oscuridad; al momento de recibir la gran luz del Templo, me cegó repentinamente por no estar preparado para recibir la luz inmortal, la cual necesitará de la virtud y de la ciencia. La virtud se adquiere en la constancia de tener buenos hábitos que nos lleven al justo medio, tarea difícil más no imposible, porque somos seres humanos apasionados; el ser virtuoso se consigue con el esfuerzo, la disciplina. El hacer ciencia es alcanzar la episteme, es decir: el conocimiento a partir del estudio riguroso de encontrar la verdad[4], en la investigación; pero no sólo en ésta, ya que la verdad venga de dónde venga es la verdad, se puede aprender del niño, de la persona sencilla, del religioso e inclusive del profano. Estos tres momentos me ayudaron a construir la tercera parte del trabajo. Manifiesto que en calidad de Aprendiz me voy a atrever a hablar de la filosofía Masónica; espero que este ensayo apunte teleològicamente al espíritu de la Orden… de lo contrario esperaré las críticas de una forma abierta y fraternal.
III
A MODO DE CONCLUSIÓN
El Masón en la iluminación está llamado a ser luz, primero en la Orden y luego en el mundo profano; una manera de permanecer en la luz es respetar el espíritu de la Orden que fue diseñado para una comunidad perfecta pero con hombres imperfectos, «el justo peca siete veces al día» decía el Salmista, entonces que será del pecador que peca setenta veces siete; «nada de lo humano me es extraño» decía Pablo; pero aquí está el secreto de ser perfectos, sino podemos, al menos intentarlo, es una tarea ardua, dura, pero posible de alcanzar. Para alcanzarla es necesario sensibilidad por el otro en la fraternidad que será la piedra angular para seguir en pie de lucha contra las ignominias del humanismo, para ello necesitamos de la Orden con el apoyo de los hermanos. Otra base debe ser el estudio para salir de las tinieblas y errores en que siempre caemos, y a veces hasta reincidimos; y peor aún, también en la ignorancia, que es la más atrevida de todas las oscuridades.

El estudio debe estar inserto en la realidad, para ello debemos valernos de la Sagrada Escritura, la Constitución y los Estatutos de la Orden como luz y confrontarlas con los periódicos y otros medios de comunicación que nos desvirtúan y desinforman la cruda realidad de opresión, miseria, injusticia, cosificación del ser humano, pérdida de identidad, etc. Estos antivalores deben preocuparnos, para batallar y no caer en la desgracia del desconocimiento de la realidad.

Ser luz dentro de la comunidad debe ser el eje que nos ayude para afrontar las vicisitudes, para ello se necesita que el primero entre nosotros deba iluminar y servir a los demás hermanos sin distinción alguna, y no quedarse en el contemplar, sino dar del fruto de lo contemplado, es decir, que no sea egoísta en la vanidad académica, más bien que sea sensible en ayudar al hermano como par, no con falsos paternalismos que inducen al hermano, como diría Emmanuel Kant a la pereza y a la cobardía de pensar con cabeza prestada.

El espíritu pluralista debe permanecer en la Orden Masónica, para que la riqueza se dé en la diversidad y sea un espacio para respetar el disenso, la diferencia, pero respetando las instancias de la Masonería que no es una línea vertical -a mi modo de ver- más bien una brecha en donde se puedan compartir experiencias, conocimientos, pero siguiendo la directriz del respeto: «no hay títulos más alto y más meritorio para un Masón que el de llevar una vida activa y laboriosa»[5]. Como no hay nivel más alto que el sublime grado de Maestro Masón (en el simbolismo); nosotros hemos sido testigos del aporte histórico de la Masonería por medio del amor fraterno y del afecto a los diferentes seguidores en los diversos caminos espirituales de donde procedían, pero que apuntaron a los principios emancipadores de la humanidad y se congregaron para tener un solo sentir y un solo compartir, nota distintiva que caracteriza el Espíritu Masónico, he aquí la impronta que se deba resaltar.

Los hermanos comprometidos en la Logia que tengan comportamiento virtuoso y confíen en el Gran Arquitecto del Universo, no se les negará ninguno de los derechos, luces y beneficios que la Orden Masónica proporciona a los mayores de edad que quieren crecer en la comunidad. Recordando la antigua comunidad cristiana en donde los profanos, bárbaros, se admiraban de su estilo de vida cuando observaban: que bueno y agradable que los hermanos moraran juntos en una sola unidad, pero cada uno rogando al Gran Arquitecto del Universo a la contribución comunitaria, acorde a sus capacidades.
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[1] Véase Liturgia para el Grado de Aprendiz Masón R.·. E.·. A.·. A.·., Pág. 41

[2] Se entiende por verdad la adecuación de la mente con la cosa, es decir, el objeto, la realidad.

[3] Véase Platón. La Republica. Libro VII

[4] Véase Agustín. Confesiones, libro

[5] Véase Tomás de Aquino. La Oración Antes del Estudio