domingo, 18 de enero de 2009

Economía de la Antigua Roma




Por: Mario Morales Charris 33º
Past Ven.·. Maest.·. Resp.·. Log.·. Lealtad No. 7
Ex Gran Maestro de la Muy Resp.·. Gr.·. Log.·. del Norte de Colombia
Pres.·. Gran Consejo de Cab.·. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám.·. 30°


Históricamente la economía romana no muestra una evolución estable. Igualmente en ella, aunque de manera diferente a la era actual, hay sucesiones de progreso y crisis y cambios de las fuerzas productivas. Estos acontecimientos los encontramos desde la época primitiva; en la monarquía hallamos dos fases: la latina, de formación de un estado unitario, y la etrusca, de gran auge económico y floreciente desarrollo de los organismos estatales en los modos clásicos de la ciudad-estado. No es sino hasta el siglo IV d. n. e. en donde vemos los iniciales avances económicos debido a los logros sociales que proporcionaron unas colosales reformas, políticas y económicas a un tiempo, pese a que no se modificaran de forma radical los estilos de las fuerzas productivas.

En sus orígenes Roma fue una pequeña aldea de procedencia indoeuropea, que estaban descubriendo la agricultura, como se cree por la presencia de grandes bosques, cuyo nombre recordaba la toponimia, como Querquentual, Fagutal, Viminal. Asimismo la religión tiene evidentes factores de índole pastoral de la economía antigua. La particular leyenda sobre los inicios de Roma, hecha por historiadores griegos, como Timeo y Jerónimo de Cardia, que conocieron las noticias directamente, tomándolas como fuente primaria, según los historiadores posteriores, de las poblaciones agrícolas de la región, parece entrelazarse con elementos de una sociedad pastoril. Investigadores, arqueólogos y naturalistas resaltan la condición silvestre y pastoral de Roma primitiva.

A diferencia de otras economías arcaicas, el medio de intercambio y la medida de las multas, antes que apareciera la moneda ejerciendo las funciones de dinero, era el ganado el que servía como medio de pago. Marco Terencio Varrón (Marcus Terentius Varro)[1], el mas famosos de los economistas romanos, nos dice que el nombre del dinero, «pecunia», se deriva de «pecus», ganado, porque para los pastores, en la antigüedad, el dinero consistía en el ganado quien hacía sus veces.

Con relación a la cría de ganados, la bovina era la más común desde épocas muy remotas; tanto es así que las normas arcaicas prohibían matar bueyes, quienes se consideraban como compañeros del hombre en el trabajo rustico y ministros de Ceres; el que infringiera esta medida se le castigaba con la muerte. Pero esta prohibición pertenece a una época en la cual ya se había desarrollado la agricultura.

Es importante señalar que en el primer periodo de la monarquía latina la economía romana fue una economía de transición del pastoreo a la agricultura. Las demás actividades productivas debieron ser muy limitadas, debido también a los obstáculos habituales de intercambio y a la escasez de productos para la exportación. Igualmente debemos afirmar que Roma era pobre en metales, no disponía de minas ni de materias primas. Las minas de hierro de la isla Elba eran de gran valor, contribuyeron al comercio etrusco, pero Roma se aparta con lentitud de la más antigua de la cultura de bronce. Sin embargo, en períodos prehistóricos, los investigadores no encuentran explicación a la forma cómo se difundió el cobre, el cual utilizaban en barras y lo transformaban en bronce y lingotes para los intercambios. Esto nos lleva a pensar que los romanos para esa época ya practicaban una economía abierta, no obstante a la condición familiar y domestica de las más primitivas; por consiguiente, el metal en los negocios era un medio de cambio (per aes et libram) y no una mercancía que se pagaba con otras mercancías. Luego, con estas evidencias, podemos afirmar que estamos frente a una economía de cambio, si nos atenemos a la existencia de dos líneas comerciales conocidas: la de Oriente a través de Sicilia y otra de Oriente central a través de la ciudad de Emesa, hoy Homs (Siria).

La Economía en el Imperio Romano.




Explicaciones del mapa del Imperio Romano.

Signos:

  • 1) Expansión del Imperio a la muerte de César y zona de influencia romana en Armenia y costas del Mar Negro;
  • 2) Expansión territorial desde Augusto a Nerón y en época de Trajano;
  • 3) Intento de penetración romana en Germania en tiempo de Augusto;
  • 4) Límites del Imperio;
  • 5) Límites de las provincias - Los signos - ó + que anteceden a las cifras indican si éstas corresponden a años anteriores o posteriores al comienzo de nuestra Era.

Las cifras que llevan el signo -- se refieren a los años anteriores a nuestra Era, y las que llevan el signo +, a las posteriores.

Las regiones en verde nos indican la extensión real del Imperio de Roma a la muerte de César, quien incorporó las provincias de la Galia.

El límite en verde (signo1) expresa la zona de influencia romana en Asia Menor, Armenia y el mar Negro en la misma época, así como en las regiones limítrofes como Mesopotamia, uno de los centros más notables del Imperio Parto.

El color rojizo (signo 2) corresponde a las conquistas de los emperadores de la dinastía Julio-Claudia, o sea Britania, la franja de terreno entre el Rin y el Danubio, las provincias al sur de este río, algunas regiones de Asia Menor, Egipto y la Mauritania, amén de la pacificación del norte de Hispania. El color siena del mismo signo se refiere a las anexiones y conquistas de los Flavios y Antoninos, en particular de Trajano (Dacia, al norte del Danubio, y de Mesopotamia). En este momento alcanza el Imperio Romano su mayor extensión.

El color sepia (signo 3) señala el intento romano de adelantar la frontera del Rin al Elba bajo Augusto. El signo 4 da la línea del límite del Imperio, y el 5, el de las provincias del mismo durante el Principado, las cuales estuvieron divididas en imperiales y senatoriales

Antes de entrar en materia sobre la economía en el dominio fundado por Cesar y Augusto, creemos necesario examinar muy sucintamente la de sus vecinos más importantes y que hicieron parte del imperio:

Cartago: La región de esta nación era fértil y proporcionaba el suministro a una nutrida población, si bien la labor primordial fue el comercio, basado sobre todo en materias primas y muy poco en productos manufacturados, con los países del Mediterráneo y la piratería. A pesar de esto, no llegó a acuñar moneda propia sino hasta el s. III a. d. n. e. En este lapso adelantó una intensiva colonización en el norte de África, que le permitió el cultivo para la comercialización y no para el consumo. De esta forma, sus comerciantes eran al mismo tiempo terratenientes que producían para la exportación.

Los iberos: La base de la economía era la agricultura y la ganadería, y en el sur la minería. Por las herramientas específicas encontradas, revelan que cultivaban cereales, algunos productos de hortalizas, vid y olivo. Igualmente se han hallado armas como la «falcata», lo que nos confirma la práctica profusa de la caza. Además, ejercían la pesca porque se han desenterrado anzuelos. Asimismo se había difundido el arte plástico y textil y la cerámica. También introdujeron la economía monetaria, por lo menos en el s. III a. d. n. e., con acuñaciones propias (excluyendo las de Emporion, iniciadas en el s. V a. d. n. e.): Játiva y Sagunto, quienes fueron las primeras en hacer emisiones de monedas; a ellas hay que agregarles a Barcelona, Tarragona, Lérida, Cazlona Porcuna, etc. Cada una acuñó diversos tipos de monedas, pero sobresalen los conocidos como «jinetes ibéricos».

Los celtas: La organización de su sociedad se fundamentaba en una economía agropecuaria, en el comercio interno y con las poblaciones civilizadas del sur (colonias griegas, etruscos y romanos) o los bárbaros germanos; sobresalen en esta actividad los productos manufacturados.

Los escitosármatas: Eran nómadas procedentes de Irán, sin embargo tenían una monarquía hereditaria y una casta de jefes que controlaban la producción agropecuaria. Aparte del extensivo cultivo de cereales, ejercían la ganadería (en especial la equina) la pesca y la metalurgia (oro, bronce, hierro, eléctro). En el s. IV a. d. n. e., ya tenía su propia moneda con motivos de espigas y esturiones, las que intercambiaban por productos de lujo en las colonias griegas del mar Negro, sobre todo Olbia, quienes a su vez las exportaban a Grecia.

Hispania romana: En la conquista de la Península Ibérica los romanos iniciaron la explotación económica, básicamente mediante la extracción de metales preciosos y la esclavización. Después en el s. I d. n. e., la propiedad de la tierra era privada y surgió un nuevo paradigma económico-social: la economía se fundamentaba en la producción de mercancías, que circulaban en un sistema monetario; mientras que en algunas regiones, en especial las cabeceras del Iberus, del Durius y del Astura (Esla) y en la zona Cántabro-Astur, permaneció la vieja formación comunitario-tribal. Con este nuevo sistema, Hispania exportaba materias primas, sobre todo a Italia, e importaba productos manufacturados o de lujo.

Los campos para el cultivo estaban divididos en dos: privados y «ager publicus». Los primeros, eran en donde el emperador, la clase senatorial y los «equites» tenían grandes feudos, y los segundos, eran arrendados, cuyos recursos estaban destinados a las ciudades y poblados en general.

Desde el s. II a. d. n. e., abundó la acuñación de monedas en numerosos centros peninsulares, pero fue prohibida en tiempos de Calígula.

Los Germanos: Estos poblados crearon un modelo económico-social tan especial, que los investigadores lo consideran como prototipo estructural de una sociedad específica, a la que han llamado «germánica». Su modo de producción procede de la comunidad neolítica primitiva; en efecto, en vez de transformarse en un modelo urbano, lo hace en un ámbito absolutamente rural y seminómada, lo que dará lugar a unas relaciones sociopolíticas en que el parentesco y el señorío sobre la tierra sean imprescindibles.

Es preciso señalar que el intercambio monetario no existía, pues las monedas romanas únicamente las usaban en el comercio con el imperio o como símbolo de poder.

Examinada la economía de manera muy breve de los poblados anteriores, ahora sí entremos a analizar la del Imperio Romano, que estableció por varios siglos la unidad política y administrativa del mundo antiguo, agrupado sobre todo el entorno al Mediterráneo, trajo consigo una economía con nuevas condiciones nunca antes vistas, pese a que en cada una de las grandes regiones del mundo romano bajo sus dominios no se presentaron rupturas violentas con el pasado, se conservaron los mismos modos de producción agrícola e industrial y las mismas actividades comerciales.

Factores como la naturaleza del suelo, el relieve y el clima no tuvieron cambios en los territorios agrupados bajo el domino político y administrativo de Roma, en otros tiempos independientes y que formaban estados separados unos de otros; por consiguiente, la agricultura, la ganadería, la caza, y la pesca, la flora y la fauna, en términos generales, se encontraban igual que antes, determinadas por idénticas condiciones geográficas. Sin embargo, hay que destacar el gran progreso que tuvo la economía agrícola en las posesiones conquistada donde había pantanos, bosques y desiertos.

Las tierras pantanosas cercanas a las ciudades y a los campos fueron atacadas. Le hicieron obras de drenaje, dispuestas a suministrar la salida de las aguas retenidas, que permitieron sustituir a ellos un suelo mas seco, más estable, mas salubre. Esa obra de depuración fue atribuida a veces a los veteranos a principios del reinado de Tiberio, uno de los fustigadores de la insurrección de las legiones de Panonia.

Las posesiones que con anterioridad no eran cultivadas –ya sea por causas del clima, del relieve, o por la falta de labor humana, y al mismo desierto incluso– se dio lugar a ricos dominio inteligentemente explotados. No obstante, en ciertos territorios, en otros tiempos, florecientes y productivos, como la Italia Central, Meridional y la mayor parte de los cantones de Grecia, muchas pertenencias fueron abandonadas y volvieron al estado de inculto; las comarcas nuevamente conquistadas u ocupadas ofrecieron, por el contrario, a la economía agrícola vastos espacios hasta entonces olvidados por el hombre y que durante varios siglos se plagaron de abundantes cosechas en el Norte de África y en Europa, es donde mejor podemos ver este cambio.

Es de anotar que el progreso de la agricultura en la mayor parte de las provincias europeas es menos profuso y riguroso. Pero no podemos desconocer que la agricultura hizo grandes avances en ciertas regiones de España; por ejemplo, en el centro y en el Noroeste, donde las primitivas organizaciones tribales fueros sustituidas, al menos en parte, por la vida urbana.

Igualmente debemos señalar que el más característico ejemplo en la aplicación del método racional a la economía fue el sorprendente desarrollo del cultivo del Olivo en los países semidesérticos, tales como las altas mesetas de Argelia y Túnez, la vertiente Oriental de la cadena libanesa y las regiones que se extienden desde Hamath y Homs hasta Palmira.

Destacamos la construcción de acueductos, la conexión de aguas múltiples, obras hidráulicas, etc. en los primeros siglos del imperio, que contribuyeron al desarrollo de la economía rústica en ciudades, villas, granjas y países conquistados; un ejemplo fehaciente lo encontramos en Egipto en el curso aledaño al río Nilo.

En materia de ganadería se presentó el caso de crías especiales de elefantes y camellos, únicas novedades que podríamos anotar en la época imperial. Pero el empleo de esos animales era muy limitado, no parece haber tenido gran trascendencia ni siquiera un carácter verdaderamente económico.

En cuanto a las políticas dispuestas por la vida publica y privada habría contribuido más fuertemente sobre el desarrollo de la industria y la estructura de ésta, que sobre las demás ocupaciones económicas como fueron la agricultura, la ganadería, la organización de la propiedad y del quehacer agrícola. De la misma manera los efectos de la hegemonía romana ayudaron eficazmente a impulsar la producción industrial de los talleres orientales debido a la expansión y el avance de las relaciones comerciales entre la sociedad mediterránea por una parte, y el extremo Oriente, la india y el África oriental, por otra; la preferencia cada vez mas acentuada de los occidentales a los productos manufacturados de lujo hechos en Alejandría, Fenicia, Siria y Asia menor, y la seguridad de las comunicaciones marítimas.

El apego de los romanos a los componentes suntuosos y a las lujosas construcciones, explica que en los muelles del Tíber, al pie del monte Testacio, se hayan desembarcado bloques de mármol, granito de varios colores sombríos o brillantes. Por estas razones, ciudades abandonadas pero que conservaban yacimientos pudieron florecer. En general los primeros siglos de dominación, en todas partes del imperio romano se trabajaba en la extracción de materiales metalúrgicos de calidad y colores muy valorados.

Las canteras de minerales metálicos, como también de materiales preciosos: oro y plata, del mismo modo los elementos de obra: hierro, cobre, plomo, estaño, etc., continuaron otra trayectoria de acuerdo si se le investigue en Grecia o en Oriente o en la parte septentrional y occidentales del mundo romano. Las minas griegas estaban agotadas, Macedonia y Tracia eran aun ricos en oro y plata, diferentes partes de esa franja estaban en desventaja debido a que la sección del norte y Occidente del orbe romano eran las que más producían, además, poseían mayor diversidad.

Con todo, es preciso señalar que mucho antes de la llegada de los romanos los talleres orientales ya existían desde hacia bastante tiempo; igualmente otros pueblos del Mediterráneo oriental tenían múltiples industrias metalúrgicas. Sin embargo, fue con el arribo de éstos en que se inició una efectiva explotación de los recursos mineros. Para el desarrollo de esas tareas disponían de procedimientos especiales, muchos de ellos, aún vigentes al servicio de la humanidad.

El gobierno imperial era conocedor de la significación de estos recursos mineros y la labor que desempeñaban en la economía romana; de la misma forma, la trascendencia de las canteras de mármol, las salinas terrestres o marítimas y los elementos fastuosos. De ahí que cada región de producción tuviese un administrador conocido como «procurador».

Entre tanto, las materias primas proveídas a la industria por las distintas comarcas del imperio, por abundantes y variadas que fuesen, era necesario importar otras de diversos países; por ejemplo, el ámbar de la germanía septentrional, el alabastro de Arabia, el marfil de África, etc.

Por otra parte es interesante saber que en Occidente, las distintas industrias conservaron un periodo de vida, entre dos a tres siglos, grandiosamente productivas. Los orígenes de este acontecimiento económico se atribuyen, dentro de muchos, a los siguientes factores:

En primer término al establecimiento de diversas ciudades en África del norte, en la península ibérica, en la Galia y en los países ribereños del Danubio.

En segundo lugar la construcción de un sistema de rutas terrestres bien armonizado y la ordenación de la navegación fluvial, que proporcionaron las mejores relaciones entre las provincias y, por ende, el tráfico de los productos elaborados.

Y el tercer motivo el incremento de la demanda en los artículos fabricados, no solamente en el ámbito local, sino regional e interregional.

Por su parte la cerámica, similarmente que la metalurgia, en sus variados diseños tuvo una gran trascendencia en el período imperial; no la porcelana de tipo artístico, sino la utilitaria como vajillas y figuritas. Se distinguen en esta clase de industria: Italia y Galia. Igualmente destacamos la producción textilera en todo el Occidente e Italia, sobresaliendo el uso de la lana y el lino. Para ello, se fortaleció la cría de ovejas en todos los lugares, principalmente en Italia y Galia, quienes de la misma manera ocupaban el primer lugar.

De esta forma el incremento de la producción agrícola, la ganadera y la industrial, en las primeras etapas del imperio fue impresionante, o sea que la fabricación de algunos productos era mayor que el consumo. Hay, sin embargo, quienes piensan que al mismo tiempo, al menos en parte, se habían especializado. Por este motivo en numerosos territorios, la utilización del suelo y la manufactura de mercancías no alcanzaban a satisfacer la demanda.

Al mismo tiempo, Roma y casi toda Italia eran potentes medios de persuasión para grandes productores. Pues, la agricultura había disminuido y la industria no se había desarrollado sino en lugares específicos, por lo que la importación de bienes se puso al orden del día. De hecho un considerable número de habitantes, tanto de las clases altas como de las menos favorecidas, de Roma y de las principales ciudades tenían el lujo como una necesidad principal.

Estos escenarios trajeron consigo una necesaria expansión de las vías de comunicación y de los medios de transporte, que a su vez ocasionó un movimiento comercial con una intensidad jamás vista y que sobrepasó los límites del imperio. También en cada ciudad, los mercaderes, obreros e industriales se vieron obligados a organizarse en corporaciones, siendo este hecho una de las características especiales de la economía romana.

Ahora bien, como resultado de lo anterior, se hacía necesario poseer unos medios de cambio adecuados a tal situación. En otros momentos y desde hacía mucho tiempo, en la mayoría de los países del Mediterráneo, la moneda había llegado a ser el instrumento corriente de las transacciones comerciales. Sin embargo, cada población acuñaba su propia moneda, y Roma no era ajena a ello, hacia el año 269 a. d. n. e. ya acuñaba las primeras monedas de plata, que pasaron a reemplazar las de cobre, imitando a las griegas para toda operación comercial y con mucho prestigio en la política exterior. La unidad monetaria de plata era el «denario», que estaba dividido en diez «ases». Posteriormente de la constitución del imperio, Augusto luchó por implantar, en todos los países sometidos a Roma, el sistema monetario romano.

En un comienzo sólo el emperador tenía derecho a acuñar monedas de oro y de plata. Más tarde autorizó a ciertas poblaciones de Oriente acuñar estas últimas; podríamos citar aquí a ciudades como Antioquía, Alejandría y Rodas, cuyos tetradracmas y dracmas estaban en correspondencia relativamente sencillas con respecto al denario de Roma. También varias ciudades de Occidente como Gades, Nimes, Lyon, entre otras, habían recibido el privilegio de acuñar monedas de bronce, inclusive de plata; aunque esta fue una concesión fugaz. Antes de la caída de la dinastía Julio-claudius, las monedas coloniales, incluso las de bronce, habían desaparecido en todo el Occidente. Asimismo, Augusto delegó al senado el derecho a poner en circulación piezas de bronce, las principales de las cuales eran el sextercios y el as; las letras SC labradas sobre esas monedas legitiman esa facultad monetaria del senado. Al mismo tiempo, a las localidades del Oriente se les dio la potestad de acuñar monedas de bronce bajo la obligación de que en ellas apareciese la imagen imperial. Sólo Atenas parece haber sido la excepción de esa exigencia. Aunque para los grandes negocios comerciales e interregionales, la acuñación de bronce carecía de todo valor. La realidad es que también esas actividades comerciales no se hacían en efectivo, sino que se disponían a través de convenios bancarios, formalizados en Roma por los «argentarii» y los «nummularii». Es de anotar, que en Oriente, el sistema bancario existía desde hacia mucho tiempo.

Finalmente, la doble disposición monetaria y bancaria benefició el gran comercio y alivió muchas dificultades que se presentaban por la misma expansión del imperio y de la infinidad de organismos económicos existentes.

Otra herramienta básica en las relaciones económicas y civiles lo constituyó la gran difusión del Derecho Romano que sirvió para reglamentar toda clase de transacciones en beneficio particular de los ciudadanos y en general de las regiones.

Para finalizar nuestro estudio, desearía llamar la atención sobre los dos primeros siglos de la era actual, que en términos generales fueron de progreso. Como derivación de ese ascenso, las ciudades crecen en número y tamaño. Igualmente el modelo económico romano tuvo la disposición a crear latifundios, y el imperio aceleró esta característica a base de confiscaciones. La producción de los feudos era enorme y su rendimiento beneficiaba la hacienda pública, debido a que muchas tierras eran de propiedad del emperador; en cambio el número de proletarios se incrementó, al tiempo se tendió emplear esclavos para las labores, porque resultaban más económicos. Los campesinos intentaron abandonar el campo y el estado los obligó, tanto a ellos como a sus descendientes, a permanecer en sus tierras, quedando para siempre ligados a ellas.

A finales del s. II se presentó una grave depresión económica debido a las penetraciones bárbaras, a las guerras civiles y a las epidemias. Muchos oficios fueron abandonados, los impuestos se incrementaron y la riqueza disminuía. El oro y la plata cada vez eran más difíciles de conseguir porque muchas minas se habían agotado. El déficit del estado era abrumador, por lo que la ley de la moneda debía bajar permanentemente. La mala moneda desplazó de la circulación a la de buena calidad. Para esta época una libra de oro de buena ley costaba 1.125 denarios, y un siglo después –en tiempos de Diocleciano– valía 50.000. Gradualmente se regresó al sistema de trueque; incluso, el mismo estado aceptaba los tributos en especie y no en monedas.

Hasta aquí, de acuerdo a lo que hemos visto, queremos concluir dándole respuestas a los siguientes interrogantes: ¿cuáles fueron las causas y consecuencias que tuvo Roma en su régimen expansionista? ¿Su política de desarrollo social y crecimiento económico, siempre fue exitosa?

  • Nos atrevemos a señalar que la causa principal de la expansión romana fue sin duda alguna la económica, originada por su propia estructura; luego hay que atribuirle al ejército, bien organizado que sirvió de instrumento práctico y determinante, el logro de las conquistas.

  • La evolución económica que transformó a Roma de país agrícola en potencia manufacturera y comercial, ocasionó que los grandes terratenientes agrarios perdiesen buena parte de su fuerza y que muchos labradores quedaran también en condiciones difíciles.
  • La aristocracia se enriqueció con las guerras de conquista y el estado debió hacer frente a los gastos merced a su política monetaria y al botín arrebatado al enemigo; por su parte el pueblo se encontraba en la miseria; las guerras habían diezmado a sus mejores hombres, tuvo que contraer deudas y como resultado de esto había perdido sus pequeñas propiedades agrarias.
  • Debido a las campañas realizadas, gran cantidad de esclavos ingresó a Italia desplazando del campo la mano de obra libre.

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[1] Escritor y erudito romano. Nacido en el año 116 a. d. n. e., en la ciudad sabina de Reate (la actual ciudad italiana de Rieti), fue el protegido de Pompeyo, a quien apoyó en su guerra (49-48 a. d. n. e.) contra Julio Cesar. Sin embargo, tras la derrota y muerte de Pompeyo, César le perdonó, y en el 47 a. d. n. e. le nombró primer bibliotecario de la nueva biblioteca pública de Roma. A la muerte de César se le confiscaron sus bienes, pero finalmente Octavio se los restituyó. Fue miembro de la gran burguesía conservadora. Fue un autor prolífico: al parecer escribió 74 obras diferentes, divididas en aproximadamente 620 libros sobre gran variedad de temas. Gran parte de su obra es mera técnica de la agricultura. Le da gran importancia a la misma, y al principio de rotación que estuvo relacionado con los adelantos de la agricultura en aquellos tiempos. Igualmente para él la producción agrícola está encauzada a la venta más que al consumo directo.

Varrón, tiene implícito una teoría del valor, él señala que el valor de canje de una cosa, no depende del puro y simple rendimiento del capital invertido, sino también de eventuales valores estéticos.

“La utilidad busca el fruto, el placer y el goce; pero es más importante lo útil que lo placentero”, en esta frase, Varrón quiere señalar una escala de necesidades (correspondiendo a las más urgentes, la utilidad; y a las menos urgentes, el placer); pero en el conjunto de ese pasaje pretendía destacar que muchas veces los trabajos agrícolas ofrecen la ventaja de satisfacer al mismo tiempo la utilidad y el sentido estético. Además Varrón quiere poner en evidencia el hecho de que la unión de lo placentero con lo útil es muy ventajoso, pues sirve para aumentar el valor comercial, y que tal unión es también la característica primordial de esa agricultura que él quería exaltar frente a toda actividad.

Considera que la producción supone la esclavitud y tiene una extraña división de los instrumentos de producción agrícola, que son dos: los hombres y los utensilios, sin los cuales no se puede trabajar; sugiere para los esclavos tratarlos con liberalidad, esto es, en la comida o en el vestido o en la producción de factores o con el permiso de hacer pastar en el predio a algunos animales de su propiedad. Pero todo tiene un interés y es que salvo algunos motivos patrimoniales, la mano de obra esclava, había perdido mucha importancia respecto a la libre, reduciéndose a cumplir su función esencialmente en los trabajos domésticos; en cambio con las obras de los libres se cumplen los trabajos más importantes y a éstos los llamaron operarios.

Referencias bibliográficas.

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