domingo, 3 de enero de 2021

La otra historia de Barranquilla


 

Por: Mario Morales Charris, 33º
Ex Gran Maestro de la Muy Resp.·. Gr.·. Log.·. del Norte de Colombia
Sob.·. Gr.·. Comend.·. del Sup.·. Cons.·. Neogranadino
R.·. E.·. A.·. A.·.


El presente ensayo lo escribimos en marzo de 2001 y fue publicado en la revista «El Misionero» No. 36 del mismo año. Con todo se mantiene vigente. Pues, no lo tenía en mis archivos y el Querido Hermano Álvaro Díaz Romero me colaboró para su recuperación. Por considerarlo de gran importancia, desde el punto de vista histórico, lo compartimos con el público en general.

Al cumplir Barranquilla el próximo 7 de abril de 2001 el aniversario 188° de haber sido erigida en villa, como homenaje a esta bella ciudad, nos proponemos reflexionar brevemente sobre su verdadera historia.

Si comparamos a Barranquilla con Santa Marta y Cartagena, podemos afirmar que es una ciudad relativamente joven y su historia resulta interesante. Igualmente, su origen es humilde, sin mayor ascendencia se fue abriendo paso hasta erigirse en la pujante metrópolis que hoy conocemos. Su nacimiento fue sin la ayuda de conquistadores foráneos, sin el estruendo clamoroso de los cañones. Ni tampoco fue el resultado de encarnizadas luchas motivadas por la codicia aurífera de los ibéricos.

A pesar de ser cierto, que sus episodios centrales de los hechos históricos no han sido heroicos, ni han quedado consignados en nuestra historia patria, sí tienen ellos un atractivo especial que merecen ser conocidos y estudiados.

Dos aspectos fundamentales influyeron grandemente en el rápido crecimiento de nuestra ciudad, su ubicación sobre el río Grande de la Magdalena, la hegemonía del transporte fluvial y su doble condición de puerto marítimo y fluvial, la llevaron, además, a convertirse en una de las principales ciudades de Colombia.

Hasta el momento no hay una fecha exacta sobre la fundación de Barranquilla por no existir documentos que lo comprueben. Todo lo que nuestros historiadores han consignado en sus narraciones, muy valiosas entre otras cosas, lo han fundamentado en hipótesis que hoy nos hacen reflexionar por el hallazgo de algunos entierros de nuestros aborígenes dentro del perímetro urbano de la ciudad que explicaremos más adelante.

Por lo general, cuando un poblado de cierta prestancia –hablemos hoy de ciudad– es instituido en una fecha específica, así ésta no aparezca escrita en documentos que lo comprueben, se conoce a través de la vía oral contando los años de la fundación como lo hacían los antiguos romanos en su época. Por eso ellos decían: ab urbe condita, que traduce, desde la fundación de la ciudad.

Es verdad que el general Juan José Nieto sin más razones, nos dio el año de 1629 como el de la fundación de Barranquilla en su obra Geografía Histórica, Estadística y Local de la Provincia de Cartagena, descrita por cantones, editada en 1839, convirtiéndose así en la primera obra que da a conocer la fundación de esta ciudad.

Otros autores sin fijar fecha, pretendían señalar los orígenes de la ciudad como más de cincuenta años antes de 1629, con base a documentos de vecinos del año de 1774, en que se pedía la creación de la parroquia atendiendo a la circunstancia, afirmaban aquellos, «que hacía más de doscientos años que Barranquilla servía al comercio y al tráfico por el río». De ser así, más de dos siglos antes de 1774, muy probablemente don Pedro de Heredia hubiera descubierto este poblado en 1533, porque dio con poblaciones tan cercanas como Cornupacuá, Malambo y Galapa.

De otra parte, según noticias del padre Felipe Salvador Gilij, quien hablaba por referencia en torno a1 año 1743, Barranquilla tenía «más de mil almas». Si en esa fecha la aldea apenas tenía más de mil almas, ¿cuánto se presume que fuera su censo 114 años antes, coincidiendo con la presunta fecha de fundación de 1629?

Muchos tratadistas acogen la narración del ilustre historiador cartagenero, Domingo Malabet –nacido1 22 de diciembre de 1850 y fallecido en la «Arenosa» e1 18 de diciembre de 1903–, donde manifiesta que: «los orígenes de Barranquilla se encuentran en la trashumación ganadera procedente de Galapa». Si aceptamos la dudosa teoría que atribuye el nacimiento del poblado a la sed del ganado, tendríamos que buscar otra causa distinta al comercio para entender su auge vertiginoso, ya que, si la ciudad hubiera tenido como única ocasión la dedicación a la ganadería, su crecimiento no habría sido distinto al de las ciudades costeñas de Montería o Sincelejo, dada la concentración del ingreso en la actividad ganadera. Entre otras cosas, pudo que fueran muchas las ocurrencias de la trashumación ganadera, como es también de buena lógica pensar que por la misma razón la ganadería prosperaba por estas regiones igual que en las zonas de Galapa.

Para no continuar cometiendo los mismos errores de los primeros historiadores que se atrevieron a narrar la fundación de esta ciudad, hemos considerado como hipótesis central la siguiente:

«Lo que es hoy Barranquilla y sus alrededores, fueron inicialmente poblados indígenas». La anterior hipótesis la sustentamos con los siguientes elementos de juicio:

1. Los primitivos pobladores de estas zonas son descendientes de dos grandes familias lingüísticas americanas, los Arawak y los Carib.

Los Arawak eran sedentarios, por ello vivían de la agricultura y por la dimensión de las lenguas y dialectos que la integraron, forman la familia lingüística más importante de América del Sur. Se extendían desde Cuba y las Bahamas, tal vez de la Florida hasta el Gran Chaco y fuentes del Xingú, posiblemente hasta el Uruguay; de las bocas del Amazonas iban hasta el pie de las vertientes andinas. Los Carib cayeron sobre ellos, los despojaron de sus tierras, subyugaron a los hombres y en ocasiones les arrebataron las mujeres.

2. La mezcla de estas dos familias, dio como resultado una tribu denominada Mokaná, establecida principalmente entre el Canal del Dique, el río Magdalena y el mar Caribe.

Los Mokaná vivían en constante guerra, y una de las rivalidades más conocidas fue la que existió entre los indígenas del Valle de Santiago y los de Cipacuá.

Es importante señalar que el departamento del Atlántico bordea 72 km. de costa, ancha y baja hacia el oriente; delgada, dura y escarpada hacia el occidente hasta abrirse de nuevo en un valle en la región de Galerazamba. Este valle lo descubrió don Pedro de Heredia en 1533 y lo llamó «Valle de Santiago». También es de gran valor indicar que «Cipacuá» fue un poblado indígena que quedó antes de llegar al municipio de Tubará, más o menos en el lugar denominado «Cuatro Bocas», saqueado por Pedro de Heredia, donde se llevó un ídolo de oro macizo que pesó cinco arrobas y media.

3. De acuerdo al lugar que ocuparon los Mokaná, éstos se dividieron en varios grupos: Amanzaguapo, Tocama, Zamba, Mahate, Turipaná, Guapates, Oca, Tubará, Paluato, Galapa, Baranoa, Usiacurí, Piojó, Malambo, Luruaco, Cipacuá, y Cornupacuá. Éste último tuvo su asentamiento antes de llegar a Juan Mina y Juaruco. Fue la población indígena más cercana a lo que es hoy Barranquilla, donde Pedro de Heredia cargó con ocho patos de oro, evaluados en unos cuarenta mil ducados en esa época.

4. Según algunos cronistas e historiadores, el sitio de Barranquilla no fue ocupado por aborígenes, porque para eso hubiera sido descubierto por el portugués Jerónimo de Melo en 1529 cuando entró por el río Magdalena por orden del Gobernador de Santa Marta, don Pedro García de Lerma. Pero, otros investigadores nos dicen que tan pronto Melo pasó las Bocas de Ceniza, la nube de flechas no dejaban de caerles a su embarcación, por lo que tuvo que protegerla con lienzos para no zozobrar y así llegar a Malambo. Igualmente, esos cronistas señalan que don Pedro de Heredia pudo haberla descubierto en 1533 cuando se devolvió de Cornupacuá, o mucho antes, el 1° de abril de 1501 cuando el sevillano don Rodrigo Galván de Bastidas descubrió la desembocadura del río Magdalena. Sin embargo, todas estas hipótesis quedaron sin piso o fueron negadas con el hallazgo de momias en tinajas de barro enterradas en posibles cementerios de indígenas en el barrio «Abajo», en los alrededores de la fábrica de condimentos Sasoned –vía 40 con la carrera 52–, cuando esta avenida fue ampliada en la década de los ochenta del siglo próximo pasado para empalmarla con la calle 30. Y de acuerdo al concepto del antropólogo, doctor Aquiles Escalante, era la forma como los Mokaná daban sepultura a sus deudos.

Otro caso, en el que fuimos testigo presencial, sucedió en 1995 cuando hacían excavaciones en la calle 76A con carrera 71 –barrio «La Concepción», atrás de almacenes Vivero para niños– para colocar los cables de energía eléctrica de alta tensión, un obrero encontró en la zanja de aproximadamente un metro de ancho, varias tinajas de barro con osamentas. Lo cual nos indica que allí, en ese sitio, existió un cementerio indígena.

Con relación a este tema, el insigne geógrafo e historiador José Agustín Blanco Barros nos señala, en el tomo I sobre «Barranquilla», de los hallazgos arqueológicos (urnas cinerarias) realizados por el ingeniero Antonio Luís Armenta en el barrio «Abajo», entre las carreras 45 a la 53 y calles 37 a la 43. Asimismo, en un informe geológico, dado a conocer en 1942 por Edward Raymond con el fin de explotar piedras calizas para la producción de cemento, en lo que es hoy el barrio Villa Santos, en uno de los planos delimitó más de 8.000 metros cuadrados al que llamó parcela cementerio. Demarcación que nos lleva a pensar que se trataba de un asentamiento aborigen, y no de un cementerio moderno, dice Blanco Barros. También nos comenta que se han hallados restos arqueológicos aborígenes en la zona comprendida entre las calles 82 a la 85 y carreras 40 a la 43, límites de los barrios Ciudad Jardín, Bello Horizonte y Los Alpes. Advierte, además, José Agustín Blanco que en la carrera 43 con calle 73, en los predios de una fábrica de botones de propiedad de los hermanos Dacarett, ubicada en lo que es hoy Supertienda Olímpica, ellos al hacer excavaciones entre 1960 y 1965, encontraron ollas de barro de diferentes tamaños. Similarmente se han hecho hallazgos en el área del Contry Club. Todos los materiales encontrados en los lugares citados, representan poblamiento de naturales con determinada diferencia de tiempo ya desaparecidos cuando llega Pedro de Heredia en 1533. En esencia, nos indica que eran poblados nativos de pequeña magnitud demográfica y que lamentablemente sus nombres no han sido conservados para la historia de la «Puerta de Oro de Colombia».

Así queda demostrado que Barranquilla fue habitada inicialmente por indios. Es posible que por el acoso inmisericordioso dado por los conquistadores, debieron abandonar el lugar, ya que la mayoría de los indígenas recibió con estupor la «Conquista» y casi siempre huían temerosos ante la presencia de los caballos y sus jinetes barbudos que los perseguían para despojarlos de sus bienes, o lo otro es que le dieron poca importancia. En todo caso surgen algunos: interrogantes: ¿Por qué don Pedro de Heredia en 1533 cuando llegó a Oca, tuvo que desviar a Tubará, si su ruta inicial era bordeando el Valle de Santiago? ¿Por qué no siguió derecho que era lo más correcto? O cuando de Tubará pasó a Cornupacuá, ¿por qué no siguió derecho? y hubiese entrado a nuestra ciudad por lo que es hoy la carrera 38 si ya estaba prácticamente cerca, ¿por qué tuvo que devolverse a Tubará si estaba más lejos, para luego seguir a Galapa y Malambo? Debió ser que el poblado de Barranquilla y sus alrededores no tenían la significación que tenía Tubará o Malambo o Galapa.

De otra parte y por principio natural, los animales tienen la tendencia de establecer sus hogares cerca de los cuerpos de agua –lagunas, ríos, arroyos, etc.– por ser el agua una necesidad básica y fuente de la vida. Luego, no entendemos cómo nuestros indígenas no iban a erigir sus viviendas o chozas a orillas de ese gran río o de los caños naturales de la calle 30 y vía 40. Así pues, estos interrogantes y muchos más nos sirven para reflexionar y estudiar más profundamente la historia de nuestra ciudad que apenas comienza. Por eso, los orígenes de Barranquilla no los podemos separar de la historia de la Conquista de nuestra Costa Caribe. Los sucesos relacionados con el pase por las bocas del río y las fundaciones de las ciudades de Santa Marta y Cartagena, tuvieron mucha influencia en la formación del primitivo poblado.

De lo anterior podemos deducir que toda esta vasta región a orillas del Magdalena era asiento de indígenas. Si bien con densidad y ubicación en Galapa, Malambo y Tubará, y dispersa en lo que más tarde fue Barranquilla. Ahora, si el núcleo humano fue de lenta formación, descartada queda toda fecha exacta de fundación, ni debió haber principio de organización civil hacia 1629 como asidero explicativo a la fecha dada por el general Nieto, ya que en 1774 se pedía la creación de la parroquia y cuando Soledad ya había sido erigida en 1743, o sea 31 años antes, y pese a su fundación en 1640, con posterioridad de once años sobre aquel supuesto año inicial de Barranquilla.

En todo caso, el comienzo de este poblado como concentración incipiente de habitantes, debió operarse en las tres primeras décadas del siglo XVII sin plan alguno, en oposición a lo ocurrido en la mayoría de los poblados hispanoamericanos, y fue creciendo caprichosamente a medida que recibió pescadores, pequeños cultivadores agrícolas y gentes dedicadas al pastoreo.

Si bien la primera vocación barranquillera fue la ganadería, pronto comenzó a utilizarse su posición geográfica para el tráfico comercial hasta Santa Marta y Cartagena, el interior y el exterior del país. En efecto, su posición estratégica le implicó que nada le era más fácil a Barranquilla que dedicarse a la actividad comercial; esto queda de presente al revisar las estadísticas relacionadas con esta actividad.

Con el correr del tiempo el nuevo poblado se convirtió en una parada muy útil en la vía de Cartagena a Santa Marta, aunque la comunicación entre las dos ciudades se hacía principalmente por el mar. A medida que el comercio con el interior se incrementaba, la vía de Santa Marta al Magdalena se desplazó hacia la zona pantanoso de Ciénaga y se fue confirmando la vocación de Barranquilla como puerto fluvial.

A pesar de su proximidad al mar, la nueva ciudad estaba mucho más protegida de los ataques piratas que Cartagena o Santa Marta, ya que el acceso a ella desde el Caribe estaba obstaculizado por las dificultades que Bocas de Ceniza presentaba para la navegación.

DESARROLLO DE LA CIUDAD

Durante muchos años la aldea fundada en las Barrancas de San Nicolás permanece muy aislada. En 1772 fue elevada a la categoría de corregimiento. El título de villa lo obtuvo por merecimiento patriótico el 7 de abril de 1813 y el de ciudad fue concedido por su organización territorial el 7 de octubre de 1857.

La comunicación de Santa Marta a Barranquilla se realizaba por el caño del Clarín. Cartagena se comunicaba con el puerto fluvial por el Canal del Dique. Como el comercio no se verificaba por Bocas de Ceniza, la ciudad estaba marginada de esta actividad. Pero alrededor de 1820 se transforma en una de las regiones más valiosas de la provincia de Cartagena. Con la introducción de la navegación a vapor el comercio por el río se incrementa notablemente. Primero el sitio de Sabanilla con el ferrocarril, posteriormente Puerto Colombia, unen a la ciudad con el mar por carretera en forma más rápida. Para 1841, ya Sabanilla cuenta con aduana y el 30 de marzo de 1876 es trasladada a Barranquilla. Este hecho repercute enormemente en el desarrollo y el impulso del puerto en ese momento histórico.

La ciudad se convierte en la «Puerta de Oro de Colombia» con la apertura de Bocas de Ceniza y la construcción del terminal en 1936. En los años treinta y cuarenta del siglo pasado, experimenta un crecimiento vertiginoso con fábricas y toda clase de construcciones que suele tener una verdadera urbe, convirtiéndose de esta manera en la segunda ciudad de Colombia. Lamentablemente ha quedado relegada a un cuarto lugar por culpa de la vieja dirigencia política que ha hecho mella en su desarrollo.

Intereses, algunas veces politiqueros, otras veces de tipo personal y otras por falta de una buena planeación, Barranquilla no continuó ese paso gigantesco que se le vio a finales del siglo XVIII y a principios del XIX. Por ejemplo, el desarrollo urbanístico debió ser hacia el suroriente, o sea sobre la orilla del río que era su crecimiento natural como las grandes ciudades del mundo, y no hacia el norte y noroccidente, opuestamente al curso del río. Curiosamente las ciudades más importantes del universo se encuentran a orillas, o en desembocaduras o cruzadas por ríos. V. gr., Asunción, capital de Paraguay a orillas del río Paraguay; Ankara, capital de Turquía, sobre la bifurcación del río Ankara Suya; Bagdad, capital de Iraq, a orillas del Tigris; Bangkok, capital de Tailandia, en la desembocadura del Menam; Belgrado, capital de Yugoslavia, en la confluencia del Danubio y el Sava; Berlín, capital designada de Alemania, a orillas del Spree; Berna, capital de Suiza, a orillas del Aar; Bratislava, capital de Eslovaquia, a orillas del Danubio; Bruselas, capital de Bélgica, a orillas del Senne; Bucarest, capital de Rumania, a orillas del Dambovita; Budapest, capital de Hungría, a orillas del Danubio; Buenos Aires, capital de Argentina, en la orilla derecha del río La Plata; Damasco, capital de Siria, a orillas del Barada; Delhi, capital de la India, en la orilla derecha del Yamuna; Dublin, capital de Irlanda, junto a la desembocadura del Liffey; Edimburgo, capital de Escocia, a orillas del Firth of Forth, cerca de su desembocadura en el mar del Norte; El Cairo, capital de Egipto, en la orilla derecha del Nilo; Erivan, capital de Armenia, a orillas del Araxes; Esparta, ciudad famosa de la antigua Grecia, a orillas del Eurotas; Filadelfia, capital del Estado de Pensilvania, a orillas del Delaware; Kansas, capital del Estado de Misuri, a orillas del Misuri; Kiev, capital de Ucrania, atravesada por el Dniéper; Libreville, capital de Gabón, en la orilla norte del estuario del Gabón; Lima, capital del Perú, a orillas del Rimac; Lisboa, capital de Portugal, en el estuario del Tajo; Londres, capital del Reino Unido de Gran Bretaña, a orillas del Támesis; Los Ángeles, capital del Estado de California, a orillas de Los Ángeles; Madrid, capital de España, a orillas del Manzanares; Minneapolis, capital del Estado de Minnesota, a orillas del Misisipi; Montevideo, capital de Uruguay, a la entrada del río La Plata; Moscú, capital de Rusia, a orillas del Moscova; Nueva Orleans, capital del Estado de Luisiana, a orillas del Misisipi; Nueva York, capital del Estado de Nueva York, en la desembocadura del río Hudson; Ottawa, capital de Canadá, a orillas del Ottawa; París, capital de Francia, a orillas del Sena; Praga, capital de la República Checa, a orillas del Moldava; Riga, capital de Letonia, junto a la desembocadura del Duina Occidental; Roma, capital de Italia, a orillas del Tiber; Sofía, capital de Bulgaria, cerca del río Iskar; Tiflis, capital de Georgia, a orillas del Kura; Tokio, capital de Japón, en la desembocadura del Sumida Gava; Varsovia, capital de Polonia, a orillas del Vístula; Viena, capital de Austria, a orillas del Danubio; Vilna, capital de Lituania, junto al río Neris; Washington, capital de Estados Unidos de América, a orillas del Potomac; Yangón (antigua Rangún), capital de Myanmar (antigua Birmania), junto al río Rangún. Como podemos ver sólo hemos incluido en este listado algunas capitales; por cuestiones de espacio no citamos otras ciudades importantes porque sería no terminar. Y nos tomamos este trabajo para demostrar lo significativo que es para una ciudad o un poblado en general, encontrarse cerca o a orillas de un río. Por tanto, el ser humano como cualquier animal, por principio natural de supervivencia, busca la cercanía de los cuerpos de agua.

Es interesante señalar que las ciudades citadas anteriormente, no explotan solamente sus ríos comercialmente sino turística y deportivamente, cosa que no sucede con la nuestra por la desidia de sus dirigentes. Los caños que se comunican con el Yuma es para que se mantengan limpios, canalizados y sus riveras arborizadas, con el fin de que la empresa encargada del turismo coordine conjuntamente con las autoridades municipales la programación de paseos los fines de semana, dándole la oportunidad tanto a residentes como a visitantes de una nueva distracción y puedan apreciar mejor la majestuosa belleza natural que se arroja en las aguas del mar Caribe.